El inspector de policía revisó algunas, de las cientos de
fotos, que había en la caja que dejaron en la puerta. En todas Raquel realizaba
sus actividades diarias. La más inquietante era aquella donde aparecía
durmiendo en su cama. El inspector intentó disimular su gesto de preocupación
cuando la vio.
Raquel tenía la sensación de estar observándolo todo fuera
de su cuerpo. Aquella no era ella ¿cómo iba a sucederle algo tan horrible? “Estas
cosas nunca te pasan a ti”- pensó- “siempre a los demás”. Quizás sea una
pesadilla ¡sí! “Ahora me despertaré y reiré de todo”- casi musitó.
-
¿Estás usted bien?- preguntó el inspector
sorprendido al verla sonreír.
Se sobresaltó. Suficiente para volver a la cruel realidad.
-
Sí…- respondió no muy convencida.
Pietro no le soltaba la mano.
-
¿Se ve usted con fuerzas para darme la
descripción del desconocido que le habló en la calle?- volvió a preguntar el
inspector con un tono muy amable.
El inspector Pizarro se estaba comportando de manera muy
tierna con Raquel. No era una actitud normal suya, pero aquellos enormes ojos
asustados le habían llegado al corazón. Ella, a pesar de estar sometida a un
gran estrés, se había dado cuenta. Aquel hombre alto, corpulento, cincuentañero
y con un cierto aire a Marcelo Mastroianni, le hizo un poco más agradable su visita a
comisaría.
-
Puedo hacerlo- casi exclamó Raquel finalmente.
Esbozó una nueva y leve sonrisa,
que se congeló, cuando vio al hombre siniestro, que le preguntó por la calle
del pez, vestido de policía…