El inspector Pizarro decidió realizar las preguntas en una
pequeña sala de interrogatorios. Dado el estado nervioso en el que se
encontraba Raquel, no le permitió acompañarles, y decidió dejarla reposando en
la sala de antes, junto a una compañera, para que se sintiera más segura.
-Entonces es usted escritor…repitió Pizarro sin apenas
mirarle a la cara, revisaba unos papeles que tenía sobre la mesa con mucho
interés.
Estaban sentados uno en frente del otro. Pietro muy
asustado. Recordaba todas aquellas películas y series de policías donde el
acusado siempre acaba muy mal.
-Ya ho risposto si… ¿Qué es todo esto inspector?
-Eso mismo le pregunto yo a usted señor Tognazzi ¿a que está
jugando?
Los ojos pardos de Pietro se volvieron vidriosos, temerosos…Pizarro
podía ver en ellos todo lo que estaba pensando en ese momento. Son tan
transparentes los cobardes.
Raquel, tras la tremenda tensión nerviosa vivida, y a pesar
de su desconcierto por el interrogatorio a Pietro, consiguió adormilarse un
poco en su asiento. Además, la policía que la estaba cuidando tampoco hablaba
demasiado, parecía más contrariada que otra cosa por esta allí, así que optó
por intentar relajarse todo lo que pudiese.
-…No...no...sé que quiere decir inspector…Io…Io-a Pietro le
temblaban los labios ,no los podía controlar, su piel, siempre bronceada, había
adquirido un color níveo un poco desagradable.
Pizarro lo miraba con una frialdad casi indescriptible, no
movía un solo músculo facial mientras esperaba una respuesta coherente. Era de
esos hombres que no cesaba hasta conseguir lo que buscaba. Y Pietro lo estaba
descubriendo.
El sonido desagradable de una voz susurrante despertó a
Raquel de su pequeña siesta. No entendía muy bien lo que le estaban diciendo,
solo escuchada un odioso siseo…apenas consiguió abrir los ojos, se encontró
pegado a su rostro el de un hombre poco agraciado, y sin un solo pelo en toda
la cabeza y cara…su acosador la había atrapado.