Las clases fueron un absoluto desastre. No podía dejar de pensar en el maldito mensaje, en el hombre siniestro…en ese extraño día. A las ocho de la tarde terminó. Sentía verdadero pavor a salir de la academia, temía llegar a casa. No deseaba quedarse a solas y decidió llamar a un amigo.
-
Pronto?- respondió una voz nasal
-
¿Pietro? Soy Raquel, necesito verte ya, ahora…ven
a buscarme a la academia.
-
¿Ahora? Ma estoy con una amica, domani, nos
vemos mañana mejor.
-
¡No, no, no!- gritó nerviosa- tiene que ser
ahora, hoy…Pietro no me falles.
Un profundo suspiro se oyó desde el otro
lado del teléfono.
-
Va bene, in un’ora estoy allí.
-
Ok…gracias…de verdad.
Apoyada en el umbral del viejo
portal de la academia le esperó. Casi agarrotada de tan alerta como se
encontraba. Se asustaba ante el mínimo ruido y no paraba de mirar hacia todos
los lados como una fugitiva. No descansó hasta que vio el pequeño coche azul de
Pietro llegar. Él dio un pequeño pitido y ella corrió como una niña cuando
viene a buscarla a la escuela, a guarecerse en el lugar que en ese momento
consideraba más seguro del mundo.
-
E allora?- dijo él irritado a modo de saludo
Ella le miró con sus enorme ojos
grises, muy asustada.
-
Gracias- alcanzó
a decir antes de echarse a llorar.
Pietro, muy conmovido, la abrazó.
Solamente el pitido de un nuevo whatsapp en el móvil de Raquel les separó. La expresión
de espanto de ella hizo que fuese Pietro quien agarrase su teléfono y leyese el
contenido del mensaje. No había texto. Solo una foto de Raquel esperando en el
umbral de la academia. Silencio.