Abrió un ojo y lo primero que vio fue a la nariz de su gato
Midas olisqueándola. Aún adormilada alzó la mano para acariciar su cabecita
gris y blanca. Midas comenzó a ronronear y Raquel no tuvo más remedio abrazarlo
mientras lo besuqueaba. Miró el reloj de la mesilla, las ocho de la mañana, aún
podía remolonear hasta y media, pero Midas insistía en que se levantase de una
vez. Seguramente su plato de comida estaba vacío y le rugía su pequeño, pero
insaciable, estómago. Le hizo caso. El día comenzó para Raquel entre pienso, ducha,
café cargado, esconder los michelines y
buscar un zapato perdido…que ya era difícil perder nada en aquel minúsculo
apartamento. A las nueve y media salió de casa, los lunes hasta las once no
tenía clases que impartir, así que podía ir paseando hasta la academia
disfrutando de las calles del centro de Madrid.
-
Perdone ¿la calle del Pez?- un casi rugido
cavernoso, interrumpió sus pensamientos. Se fijó bien en el dueño de la voz. Un
hombre alto, enjuto, pálido, sin cejas ni pestañas y con la cabeza afeitada.
Raquel no pudo contener una pequeña mueca de desagrado.
Cuando se repuso le explicó, con amabilidad, cómo llegar a
su destino.
-Muchas gracias Raquel- le
contestó con un leve esbozo de sonrisa.
Y se marchó a toda velocidad.
Ella apenas pudo reaccionar… ¿cómo diablos podía saber aquel
siniestro personaje su nombre?...
Es un placer conocer a Raquel y sus circunstancias.¿Quién será el misterioso personaje?
ResponderEliminarNos dejas la miel en los labios y la intriga en los ojos.
Besos a Fellini en los bigotes.
Ay...Raquel me resulta casi familiar...por un momento he sentido un escalofrio al leer la descripción del hombre ese...no,no puede ser...Un abrazo!
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